miércoles, 22 de enero de 2014

Ciudades IV: Dos salidas de Buenos Aires




-Fragmentos de cuadernos de viaje, papeles sueltos y servilletas abolladas al fondo de la mochila- 



Buenos Aires-Mexico

La tía C. es una italiana que nunca perdió el acento y que aún le recrimina a su difunto marido no haber llorado por las muerte de los padres y sí por Perón y Evita. Las cenizas del tío están en una urna al lado de una foto del general, Eva y un perrito.
Buenos Aires es la peor ciudad del mundo pero solo porque los porteños te lo recuerdan todo el tiempo.
"De la casa al trabajo y del trabajo a la casa" versa un cartel junto a un pequeño busto de bronce de Perón en el taller del tío muerto. El tío quería que cuando se muriera tiraran sus cenizas al pozo negro. Lástima que nadie le dio bolilla y ahí están, arriba del modular.
La máxima del general se cumple todavía: hordas de personas empujan todos los días en una ciudad que odian para llegar a sus laburos y mantenerse en vida. Dos horas para ir, dos para volver, diez horas laburando; Tomás de Moro se pierde su división en el upite.
De Liniers a la Matanza. Isidro Casanova igual o peor que siempre ¿la culpa? De "los negros y los bolivianos", por supuesto.
Suenan las campanas, acaba de empezar el primero de enero del año 2011 en Mexico D.F., el mundo es tan pequeño que cabe entre estos dos renglones.


*


Buenos Aires-Kuala Lumpur

Estaba seguro de pasar la navidad en el aeropuerto de Doha, donde no creo que les importe más que a nivel comercial, por lo menos no hay que soportar la parafernalia religiosa. Pero Hermes, señor de los espacios limítrofes, no estaba de nuestro lado.
Buenos Aires es la ciudad más horrible del mundo, pero sabe maquillarse como buena puta para engañar y seducir a los incautos. Un alemán me dijo una vez en Potosí que no le había gustado Buenos Aires porque era más de lo mismo para él, como cualquier ciudad europea. Si uno camina por Avenida de Mayo, pasea por el cementerio de Recoleta o se toma un café en Puerto Madero es muy fácil tener esa impresión; incluso se puede entrar al MNBA o al MALBA y maravillarse con las posibilidades de la "alta cultura" que el monstruo tiene para ofrecer. Un estudiante argentino del interior que vea a un grupo de nipones sacando fotos en La Boca o duerma un par de noches en algún hostel cerca de la calle Corrientes, inmediatamente creerá que Buenos Aires es una ciudad cosmopolita y, por supuesto, se pensará a sí mismo como una persona de mundo, destinado a la vida de ciudad.
Pero Buenos Aires, señores turistas, es caminar por Liniers a la una de la madrugada, es ir a comer un asado con parientes a Calzada o Isidro Casanova y escuchar y sentir en carne propia el odio incomparable del porteño. Esos hijos, nietos y bisnietos de inmigrantes que llenaron los barrios de la contracara estética (pero igual de europea) de la capital. Hay que verle las tetas caídas a la puta vieja y besar su sabor rancio de maquillaje corrido. Ni en la peor de las terminales bolivianas, ni en las paradas atestadas de gente de Mexico, Honduras o Guatemala vi tanta mugre como una vez entrando a Retiro: pilas enormes de bolsas de residuos y ratas hurgando en todos lados.

Nos esperó un pariente y fuimos a Calzada. Lo bueno de viajar con mi viejo es que puedo terciarizar la parte de las charlas protocolares y limitarme a ir sentado atrás, mirando. Lo cierto es que seduce un día de Sol, los edificios, la parte de atrás de la Casa Rosada, el puente Quinquela... Y más allá, también los barrios son bellos y cosmopolitas: tengo una prima casada con un chino y otra con un senegalés.

Voy a estereotipar y hacer una generalización en base a un caso particular, hagan el esfuerzo por no ofenderse los habitantes del mosntruo. No puedo odiar a la manera del cordobés promedio el estereotipo construido de porteño ¡mi viejo es porteño! Pero hay características que, cuando las veo repetirse, me resultan insoportables. En el almuerzo conversan entre ellos pero sin hablar ni escuchar realmente, a los gritos, ajenos a lo que dice el otro; uno dice una cosa y escuchan cualquier otra. Y la conversación a la que siempre se vuelve es "la inseguridad", ¡lo terrible que es vivir en Buenos Aires! y, claro que sí, siempre alguno deja colar el comentario de que es culpa de los inmigrantes bolivianos, peruanos, etc, el raro grupo socio-cultural, nunca del todo definido, que denominan "los negros". La rareza lingüística, el cocoliche, la Torre de Babel... Por suerte son hospitalarios, así que dormí dos largas siestas hasta que el tío J. nos llevó a Ezeiza.
Hasta acá todo normal, lo de siempre. Mucho quilombo en el aeropuerto por las fiestas. Una familia árabe se cruza de frente con una judía, hace siglos que son enemigos, lo saben, lo sienten. Nadie sonríe y todos sonríen. La identidad del argentino es flexible, se disuelve con facilidad: un rato en DF y nos mimetizamos, casi que nos sentimos mexicanos (eso sí: mexicanos que toman mate). Árabes y hebreos fuera de su tierra, en cambio, se vuelven 'más' árabes o 'más' hebreos... Los judios en realidad parecían vivir en Argentina, escuché al padre aleccionar desordenadamente a sus hijos, solo él y el niño de unos cinco años usaban kipá. La mujer árabe toda cubierta con un nene de la mano detrás de su esposo barbudo envuelto en una túnica blanca... Vestimentas e infusiones que determinan identidad y jerarquía de género. Los humanos somos los más graciosos de todos los monos.
Los aeropuertos son únicos: japoneses histéricos corretean a pasos cortitos por ahí, mezclados entre las mochileras alemanas disfrazadas de hippies. Vamos a hacer el check-in, hay problemas con el pasaporte, hay problemas con la visa a Vietnam, no podemos subir al avión. Discuto educadamente con la representante de la aerolínea, intento que nos pongan en un vuelo a Bangkok. No hay caso. Discuto por teléfono con la representante de la empresa de viajes, si me pueden poner en un vuelo a cualquier lado, ya no me importa, quiero viajar. No hay caso. Logro que me nos hagan una reserva para un vuelo a Kuala Lumpur en seis días... ¡Qué remedio! Irse de Buenos Aires, de Ezeiza, un 23 de diciembre a la noche, con todos los porteños locos por escapar y los del interior por entrar.
En la terminal de Liniers, esperando un colectivo que nos llevara a Venado Tuerto, un poco más cerca de casa aunque sea, veo un rompecabezas de las ruinas de Angkor Wat, ruinas que yo quería ver en Camboya. La realidad puede ser muy irónica a veces. Me acuerdo de mi mismo discutiendo por teléfono abajo de la escultura de la Miujin, "Rompecabezas filosófico", en el aeropuerto. Es todo muy gracioso a pesar de mi frustración. Mi viejo me dice mientras esperamos en Liniers: "a esta hora tendríamos que estar cruzando el Atlántico y acá estamos, cruzando la noche"; tiene razón, es lo más poético que le he escuchado decir en años.
Horas después, a la mañana del 24, escribo esto en la terminal de Venado Tuerto. Todas las terminales son parecidas, con su horrible arquitectura de los 70's u 80´s, con su luz fría de tubo fluorescente. La arquitectura, como el paisaje, nos define y limita nuestro comportamiento y nuestra manera de mirar. Un arquitecto es un gran fascista. En la Avenida de Mayo la puta nos seduce, en Liniers, por ahí cerca de Ciudadela, nos muestra su verdadera cara de tetas caídas y vientre estriado. Un señor boliviano de traje marrón y sombrero vaga por ahí, descontextualizado y anacrónico, dos o tres borrachos se pasean con un caminar lento y la mirada perdída, pilas de basura por todos lados. Ahí está el cosmopolitismo argentino, el idílico crisol de razas que en los libros de primaria todavía se idealiza, el estúpido de Sarmiento queriendo poblar el país con europeos "cultos" ¡por favor Domingo! Propio de quienes no saben ver sino el maquillaje de las cosas y no se animan a la realidad que, aunque terrible, es infinitamente más profunda y misteriosa. Mi bisabuelo, bruto y analfabeto, vino de Irlanda a tener diecinueve hijos y morir de cirrosis. He aquí la Argentina, es lo que somos, nuestra identidad sin arreglos.
Yo esperaba recibir la navidad en Doha, en cambio estoy sentado en una bar de la terminal de Venado Tuerto. El bar se llama Varsovia, como aquella ciudad de gueto famoso. La realidad puede ser muy irónica a veces. Los sobrecitos de azucar tienen frases, el que me tocó dice: "No esperes el juicio final, se llevará a cabo cada día".

*

En el techo de un hostel del barrio chino de Kuala Lumpur, hoy es primero de enero de año 2013. Veo desde arriba pasearse mezclados a musulmanes, budistas, hindúes y gringos. Se alzan a lo lejos imponentes los edificios de los palacios financieros, una pared derruida reza en enormes letras rojas: "It's more blessed to give than to receive", unas hermosas chinas salen con sus vestidos blancos y amarillos. La ciudad es caótica pero tranquila, se mueve agitada pero sin el ruido innecesario de Buenos Aires.
Hace veinticuatro horas sobrevolaba África, la misma África de Rimbaud, y ahora estoy en un techo del barrio chino de Kuala Lumpur. El mundo globalizado es absurdo, perverso y hermoso. Todo por culpa de Rimbaud y de todos los que se animaron a ser los primeros. Viva la noche deliciosa del nuevo año.
¿Te acordás de esa vez que en un ataque de bronca te tiré "Una temporada en el infierno" de Rimbaud mientras bajabas las escaleras? Así éramos nosotros: absurdos, perversos y hermosos, destinados a la desaparición, como Kuala Lumpur con su barrio chino lleno de árabes, hindúes y budistas. La peor forma de conocerse es mirándose en el espejo.  


7 comentarios:

  1. Eh, looocooo... ¡¿Qué te pasa a vo con Buenos Aires?!
    ¿No lo escuchaste a Chiche Gelblung?
    "Buenos Aires no es América Latina. Buenos Aires es un pedazo de Europa en Sudamérica".

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  2. O como dicen que decía el viejo Borges: "Los mexicanos descienden de los aztecas, los peruanos de los incas y los argentinos de los barcos"

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  3. Una colombiana que había estado un tiempo en Buenos Aires dice que huyo de "la ciudad de la furia" porque la estaba consumiendo. O ella consumió demasiado Buenos Aires...Y lo dice una colombiana.
    Yo no conozco tanto la ciudad ni a los porteños pero imagino a Rosario como su hermana menor que aún no decide si es lo suficiente mayor o demasiado joven como para maquillarse, y mientras tanto ensaya atuendos y posturas frente al espejo.

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  4. Dionisios el gato:
    Al leerte me urgió esa necesidad de tener una conversación (con un des-conocido ¿?)

    Idea

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  5. Cuando quieras Florencia Presa, soy el más accesible de los desconocidos...

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  6. Hay un error en cuanto a mi nombre si bien ese es mi apellido (es una larga historia pero se debe a un blog curricular que tuve que hacer con una compañera que ella sí se llama Florencia, es que el bloger no admite la intelectualidad grupal jaja). Soy Noelia, en fin, vulgaridades. Soy de Montevideo pero el fin de semana que viene voy a estar en Gualeychu y de allí... quien sabe... Por donde anda la literatura dionisíaca? Quizá tambien me puedas recomenda algún centro cultural para visitar...
    Saludos

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  7. Noelia, perdón la tardanza... Estoy en Nueva Zelanda, va a ser difícil que te recomiende cualquier cosa... Me pasas tu mail?

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